Primera parte
Los inicios
El cumplimiento de un sueño
“Interrumpes el silencio,
y estás aquí”.
David Lebón,
Un hermoso sueño
El rock en la mira
La primera vez que me reuní con Gustavo Gauvry para trabajar sobre la historia del Cielito, recuerdo que en un momento de la conversación, dijo:
-Lo que pasa es que las mujeres anidan y los hombres cazan.
Por cierto, fue un momento en el que no estábamos hablando del estudio sino de mí. Le pregunté a Gauvry de qué signo era.
-Escorpio, Escorpio -respondió sin titubear.
-Escorpio con ascendente en Escorpio -precisé.
-Exacto -confirmó.
El agua de Escorpio es un agua de fuego, me explicó una vez un astrólogo. Escorpio siempre busca la verdad. El escorpión pica.
Ahora me había picado. Revolví el café y le pregunté por la primera canción que se grabó en el estudio.
Algunas noches después, para no pensar en el hombre que me había dejado -confesión al margen del Cielito que suscitó aquel comentario de Gus- exhumé viejas temporadas de Seinfeld. Mirando uno de los capítulos volví a oír aquella frase.
Se lo hice notar el día que me llevó por primera vez al estudio.
-Esa frase… -empecé mientras Gus aceleraba por el camino del Buen Ayre- “las mujeres anidan y los hombres cazan”… No era tuya la frase -solté sin poder atajar a tiempo el tono de reproche.
-Nunca dije que lo fuera.
-Pero ahora que voy a escribir sobre vos y el estudio, me tenés que decir todas cosas originales -traté de enmendar, mechando sonrisa entre las palabras.
Gus se rió.
A un lado de la autopista, las gaviotas se alzaron de los basurales. Avanzábamos rápido, sin sobresaltos. Prendí el grabador. Mientras nos adentrábamos en el oeste, empezó a contarme anécdotas de los comienzos. Era una mañana de sábado destemplada y fría.
-¿Qué es lo particular del rock? ¿Qué es lo que tiene esa música que la hace rock y no otra cosa?
-El rock quiere hacer tambalear lo convencional, quiere, en alguna medida, cambiar al mundo. Eso fue lo que ocurrió cuando Elvis movió la pelvis y escandalizó a todos los pacatos norteamericanos.
-¿Con Elvis nace el rock & roll?
-Y, en gran medida, sí. Con Elvis, con Little Richard, con Jerry Lee Lewis, Chuck Berry... O sea, siempre fue como...
-Romper con el statu quo.
-Claro, exacto. El rock es rock cuando se vuelve contestatario, cuando cuestiona algo: el gobierno, la moda, la sociedad, una determinada posición política.
-Y vos, ¿cómo empezaste con todo esto?
-A mí el rock no me lo contaron, yo lo viví -afirmó con una nota desafiante-. Mi hobby era tocar y eso hice entre los once y los dieciséis años. Tenía grupos con los amigos del barrio y de la escuela. Los sábados ensayábamos y a veces teníamos algún show, en alguna fiesta. Inclusive llegué a tocar con músicos que después se hicieron conocidos, como Miguel Mateos o los hermanos Reidel. En la casa de Mica y Manolo se hacían grandes zapadas. Manolo fue un bajista muy grosso, acá; y Mica es un músico bastante conocido en el ambiente, por ahí no entre el público pero muchos músicos de aquella época lo conocen. A veces venía Pappo y también otros hermanos, los Peyronel. Danny Peyronel después se radicó en Europa. En Inglaterra integró, como tecladista, los grupos Heavy Metal Kids y UFO, una banda con la que obtuvo mucho prestigio. Michel Peyronel tocó con Pappo durante muchos años como baterista de Riff. Pero a pesar de todo este background, yo, en realidad, no me veía como músico. No sabía muy bien si quería tocar la guitarra o el bajo, o cantar. No estaba fuertemente inclinado hacia ningún instrumento. Si vos ves a un guitarrista, el tipo está todo el tiempo con la guitarra colgada y lo único que siente es la guitarra. O el baterista: todo el tiempo con los palillos, incluso golpeándose las piernas, cuando no está sentado a la batería. Yo no tenía esa pasión por ningún instrumento. Me gustaba la música de una manera más global. Me gustaban todos los instrumentos. Lo que me gustaba, en realidad, era la producción musical. Pero todavía no lo sabía. No podía saberlo porque en ese momento prácticamente no había productores, no había dónde estudiar producción, ni técnica de sonido, ni nada. En realidad, lo que yo quería hacer fue lo que después terminé haciendo. Pero todo sucedió de una manera autodidacta y accidental.
-¿Cómo fue que empezaste a trabajar en el mundo de la música?
-Yo era fotógrafo.
Enarqué las cejas. Habíamos parado en un semáforo, sobre la avenida Martín Fierro. Gus sonrió. Justo cuando arrancamos le sonó el celular. Los músicos que íbamos a entrevistar esa tarde habían tenido un percance. Avisaban que llegarían más tarde. ¿Podíamos esperarlos? Gus me miró. Asentí. Podemos, dijo a la voz en el teléfono. A las pocas cuadras señaló una parrilla. Me preguntó si quería comer.
Gustavo Gauvry, Parque Leloir. 1979
(Foto Floki Gauvry)
Las camareras iban y venían con colosales porciones de tortas, de colores y texturas variados y atrayentes. Hice que no con la cabeza. Ya habíamos comido asado de tira, matambrito, ensaladas. La somnolencia empezó a cernirse sobre mi cabeza como una amenaza blanda. De todas formas, Gus pidió una porción de cheese cake y dos cafés. Al mencionar los cafés me miró como preguntando si estaba bien.
-¿O preferís un té?
Le dije que el café estaba bien.
Poco a poco, en las sucesivas entrevistas, me daría cuenta de que Gauvry no sólo era un hombre atento sino que de golpe se cansaba de hablar de sí mismo.
Trajeron la torta. Corrió el plato hacia el centro de la mesa y le pidió a la moza otro tenedor.
-Para mí solo es demasiado -dijo.
-Para mí es demasiado incluso compartiendo -acoté. Temía, de verdad, estar medio idiota para hacer la entrevista.
Gus dio un sorbo a su café amargo.
-Como te decía -continuó mientras yo abría sobrecitos de azúcar- mi vínculo con el mundo del rock se dio a través de la fotografía. Con un grupo de amigos habíamos armado un estudio de fotomecánica que se llamaba Dúo Gráfica. Hacíamos folletos, publicidades y también enganchamos la fotomecánica de Expreso Imaginario. Y fotos. Fotos de shows. Yo era muy amigo de Pipo Lernoud, uno de los directores. El otro era Jorge Pistocchi, un personaje legendario de las primeras épocas del rock nacional. También estaba Alberto Ohanian, que era el mánager de Spinetta.
-Y Expreso Imaginario, ¿era una revista sólo de rock & roll o traía también artículos de otra índole?
-Era una revista de avanzada que trataba temas vinculados con la cultura rock, con la ecología, con las artes -Gustavo se queda pensando. Enseguida se corrige-: En realidad yo empecé haciendo fotos de Sui Generis porque también era amigo de David Lebón y en esa época David tocaba con Sui Generis como guitarrista invitado. Entonces, en un momento hubo que hacer unas fotos para un show en el Gran Rex. Necesitaban, concretamente, una foto para el programa. David nos consiguió el laburo a nosotros y bueno, yo fui a sacar las fotos de Sui Generis al Rosedal de Palermo. Así fue como conocí a Charly, a Nito, a Rinaldo Rafanelli y a Juan Rodríguez. A David lo conocía de antes. O sea: Sui Generis eran Charly y Nito pero tocaban con una banda de apoyo. Rinaldo Rafanelli era el bajista, Juan Rodríguez el baterista, David tocaba la guitarra eléctrica, Nito la acústica y Charly los teclados. A partir de ese momento empecé a ir a la casa de Nito. Nos hicimos muy amigos. También me hice amigo de Charly. Los acompañaba a los shows y seguí haciéndoles fotos.
Gustavo termina el café y pide un agua con gas. Le hago notar que no probó la torta.
-Es que los dulces me caen mal.
Se queda en silencio.
-¿No me dijiste el otro día que eras fan de la cheese cake?
La torta nunca había sido para él.
-Y vos -sigo, después de agradecerle- que habías vivido ese mundo de la música y el rock durante tu adolescencia, ¿cómo te sentías al tener la posibilidad de acercarte ahora a músicos ya consagrados? ¿Tenías este sentimiento de “ay, estoy entre los grandes”? ¿Lo vivías como algo emocionante o más bien eras indiferente a esa parte? La parte cholula -digo. Y me arrepiento.
-La parte cholula no era algo que me conmoviera. O sea, nunca fui cholulo. Charly García era un genio absoluto en esa época. Y para mí eso era lo increíble: compartir una tarde con un tipo genial. Lo mismo con David, que algún tiempo más adelante, para probar un grabador que habíamos comprado, tira tres acordes, improvisa una letra y hace una canción que después vende miles de discos. Bueno, de la misma manera, yo iba a la casa de Charly y Charly se sentaba al piano y decía: “mirá, mirá lo que compuse anoche” y hacía pim, pam, pum y te tocaba canciones que terminaban siendo hits. No sé, la vivencia era ésa: estar compartiendo la intimidad de tipos que estaban en la plenitud de su creatividad. Charly en esa época era una usina de música, de energía, de pasión. Te miraba y te taladraba con su mirada, imponía un liderazgo incontestable; el tipo era una topadora, no había manera de negarle nada. Tipos brillantes y jóvenes, en su plenitud. Llenos de ilusiones, de ambiciones, disfrutando del éxito y de la fama, a su manera. Era muy lindo estar con ellos, te entusiasmaban, te contagiaban esa creatividad. Y a mí lo que me significó es que se cerró un círculo porque yo había empezado con la música. Después dejé ese mundo y aprendí fotografía, iluminación, aprendí video, aprendí todo lo que tenía que ver con la tecnología aplicada al arte. Y después me acerqué de nuevo a la música desde la tecnología, desde la afición por los aparatos.
-Entonces primero fue lo de Sui Generis y después lo de Expreso Imaginario.
-Sí. Entre una cosa y otra me fui a Venezuela. Estuve un tiempo viviendo allá. Después volví, me casé y ahí vino lo de Expreso Imaginario -Gustavo le hace una seña a la camarera para que traiga la cuenta.
Camino al estacionamiento un hombre nos detiene. De sus brazos abiertos cuelgan varios pares de medias. Gira como un derviche y canta las glorias de las medias de fútbol que permiten una buena aireación del pie y mejoran el rendimiento. Me hace reír. Gus le termina comprando varios pares.
-De última a Paul le van a servir -dice arrojándolas al asiento de atrás, consciente de su debilidad frente al derviche.
-Tenés que aflojar un poco Paul, nos vamos a quedar sin clientes -le digo a mi hijo de dieciséis años- Acordate que son músicos, no tus compañeros de colegio.
Paul y su amigo Emanuel miran el suelo, al costado de la cancha. Uno patea la tierra con sus botines. El otro da un topetazo sobre la manga de la remera para secarse el sudor de la cara. Hace apenas una semana le rompieron la clavícula al Cuervo, el tecladista de Peligrosos Gorriones. Hoy casi lo quiebran a Afo, el director artístico de BMG.
En la cancha del Cielito los picados a veces se ponen bravos. Paul y su amigo parecen recapacitar pero en realidad lo único que quieren es volver al partido.
-Hay músicos más futboleros que otros pero si hay algo que los iguala -puntualizo- es la falta de estado físico.
Asienten con la cabeza y se alejan al trote.
Cuando vuelvo a levantar la vista, lo veo a Paul convertido de nuevo en un dos impasable.
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