martes, 18 de agosto de 2015

17.El Gaucho Heavy Metal

El Gaucho Heavy Metal


Gus me había pasado el teléfono del guitarrista de Aquelarre. Cuando me presenté, dijo:
     -Sí, ya sé, imposible olvidar ese nombre. De chico mis viejos me llevaban a la Iglesia de la Candelaria, en Floresta. Yo odiaba ir a misa.
     Cuando encontré la calle y el número que me había pasado, busqué el timbre con los ojos. No había. Un cable tensor, en cambio, viajaba desde la reja del portón de entrada hasta una campana guarecida en el hall. Tiré del cable sin ritmo. La campana sonó desacompasada.     Recordé una canción que cuando cortaba el pasto cantaba mi abuelo: Si no te gustan los gladiolos que te traigo/ no te traigo gladiolos nunca más/ Son de la quinta que tengo en Boulogne/ a cuatro cuadras de la estación/ Si no te gustan los gladiolos que te traigo...
     Ahora estaba a cuatro cuadras de la estación de Boulogne.
     El hombre que salió de la casa avanzó hacia mí con movimientos simiescos. Yo había visto fotos de Héctor Starc pero entonces era un mono morocho y peludo. Éste,  pelado, mantenía no obstante la agilidad que confiere el hecho de vivir en la jungla. En alguna jungla. Y no necesariamente geográfica. Nos saludamos. Le ponderé la campana.
     -Ni campana tendría que tener -objetó-. Todo el tiempo pasan pendejos rompiendo las bolas.
     Detrás del amo y agitando la cola en una plumereada colectiva, salieron a recibirme cinco perros. Starc hizo unos ademanes en el aire con sus brazos largos y ahuyentó a la jauría. La casa me impresionó por lo impecable. Pasé a una sala pequeña, a un lado del recibidor. Había un sillón de dos cuerpos enfundado en un género de soles y lunas, una sillita de anticuario y una mesa ratona de vidrio. Sobre la mesa, una caramelera de cristal. Debajo, varias réplicas de autos antiguos.
     -Éste  -señaló- es igual al Mercedes que le compré a  Spinetta.
     De la pared frente a la puerta colgaban, enmarcadas, dos guitarras: una había pertenecido a Luis Alberto Spinetta; la otra a Nito Mestre, durante la época de Sui Generis. Entre las dos guitarras rotas, amputadas, hechas, literalmente, flecos, una foto en blanco y negro de Almendra.
     -Fijate el detalle    -me dice Héctor cuando me acerco-: hay una banda adentro de la banda  -apunta la revista que sostiene Emilio Del Guercio, donde aparece la foto de una banda-. No hay que olvidar que en Almendra había dos formidables diseñadores gráficos.
     A un lado de la chimenea, Charly García abraza una guitarra. Al otro lado, la pared espera. Héctor se acerca y despliega un gran cuadro con sus brazos nadando sobre el blanco.
     -Y acá  -anuncia- va a ir una foto de Pappo. Tardé en encontrar una buena porque Pappo es muy tímido, no le gustaba que le sacaran fotos.
     Se refería a Pappo en presente y pasado. Ocurrió todas las veces que habló de él. En general daba la impresión de que se trataba de un amigo vivo.
     -Pero ahora  -agregó con entusiasmo- encontré unas fotos de estudio increíbles. Una de esas va a ir acá.
     Me senté en el sillón de las lunas. Héctor Starc tomó una guitarra y se puso a puntear algo.
     Así me fue contando. Era como estar en un show. Si no tocaba la guitarra, se ponía de pie y actuaba las anécdotas, los recuerdos. En algunos momentos toda la sala se convertía en escenario y yo en una especie de figurante perplejo y reidor. Terminada la representación, Starc volvía a sacar la guitarra del soporte, se sentaba frente a mí en la sillita decimonónica y hacía entonces la música de la película. Después dejaba la viola, se acercaba hasta el borde de mi sillón y empezaba a imitar la voz y los ademanes de Charly, de Spinetta, de Gieco, de Gauvry. También compuso al Gaucho Heavy Metal, su personaje en la gira De Ushuaia a La Quiaca.
     El gaucho vestía bombachas de campo, botas, campera negra de cuero, anteojos Rayban y un sombrero cuadrado tipo Landriscina con la escarapela argentina.


     -Ese fue mi look durante la gira  -explica Héctor y aclara-: cuando hacía fresco porque si no, andaba en bolas. Entonces el personaje era un tipo joven del campo, un tipo que hacía las labores del campo, un chacarero al que le gustaba el heavy. “Anoche” -Héctor imposta la voz aguardentosa y arrastrada del campesino- “nos fuimo a la pulpería y le metimos el eicidisi carajo, hasta las siete de la matina”. Era un gaucho pero le gustaba el heavy. Y podía aparecer en cualquier momento. Entonces estábamos cenando o algo con un tipo que por ahí ni nos conocía... Porque en todos lados nos recibía gente del gobierno de la provincia, o de la municipalidad, así que siempre había de esta gente hablando con León. Entonces yo me mandaba  -vuelve a hacer la voz del personaje-: “León, esta noche le vamo a dar a aironmaiden y a eicidisi”.


Starc, devenido en artesano coya, Purmamarca, Jujuy. 1984
(Foto Gustavo Gauvry)

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