El Príncipe de
las Tinieblas
Juan Sebastián Gutiérrez lo llama
Nosferatu, como el primer Drácula que se hizo en el cine mudo. Juegan a que él
es Rainfield, el mayordomo, y Gustavo Gauvry, Drácula.
Nosferatu se va al río. Al regresar trae
una piraña. La ubica en la pecera del quincho.
Un día llega Juanse y lo ve dándole de
comer mojarritas a la piraña.
“-¿No ven?
-les dice el líder de la banda a los otros-. ¿No ven que siempre vamos a
tener problemas si justo ahora que estamos grabando un disco este tipo alimenta
pirañas y enanos de jardín?”
Ya nadie recuerda quién trajo al enano.
Pero estaba ahí, detenido en una sonrisa, con el farolito en lo alto de la
mano. A Juanse no le gustaba nada el enano: pensaba y piensa que traen mala
suerte. Una noche de tormenta se quiebra la rama de un pino y cae cerca de la
cabaña. El rocker ve la oportunidad y en la madrugada lluviosa de una de las
sesiones de Planeta Paranoico, corre
por el jardín con el enano bajo el brazo.
A la mañana siguiente, el enano ha
desaparecido.
-Yo adjudiqué la caída de la rama al
enano. Entonces lo enterré. Creo que ni un forense puede encontrar eso.
-¿Y vos sí te acordás dónde lo enterraste?
-No, tampoco, tampoco. Después vino
Gustavo y me dijo: “Che, ¿dónde está el enano?”. Por ahí lo encontró, no sé,
preguntale.
-Nunca me dijo nada del enano.
-Ni te va a decir.
Del Cielito es, también, un secreto entre
camaradas. Hay ciertos lugares, ciertos aspectos, ciertos guiños, en los que no
me será dado entrar.
El rock & roll es un territorio donde
las mujeres entran de manera furtiva, se roban un pedazo y se van.
Yo quiero mi pedazo
por qué no me lo dan
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