lunes, 7 de septiembre de 2015

37.En el cielo las estrellas, en el campo las espinas

En el cielo las estrellas,
en el campo las espinas


Entre la ropa que se llevaron los delincuentes estaba la campera de cuero que Juanse había usado la primera vez que vio en vivo a los Rolling Stones.
     No es fácil llegar al cielo. Sobre todo si para disfrutar de sus mieles tenés que atravesar el escabroso conurbano bonaerense.
     -Cuando yo todavía fantaseaba con la idea de construir el estudio ahí, Parque Leloir parecía que quedaba más lejos que ahora porque no había autopista, no había teléfono, no había nada. La calle del estudio ni siquiera estaba asfaltada, era un senderito que avanzaba entre los árboles. De hecho la gente se perdía, los músicos se perdían. Una vez Celeste Carballo estaba citada para hacer una grabación y pasaban las horas y no llegaba  - cuenta Gustavo.

-¿Qué pasará con Celeste? Hace rato tendría que haber llegado.
     David no me responde pero noto una cierta preocupación en su mirada.
    Unos minutos después me parece escuchar un auto. Cuando salgo veo entrar al gordo Demian muy agitado.
     -¡Vengan pronto! ¡Nos caíamos con el auto en una zanja! ¡Celeste bajó descalza y se cortó el pie con una botella!
    “Nos perdimos porque fuimos por Del Cielito para la derecha en vez de para la izquierda y nos metimos en un barrial impresionante –explicará más tarde, cuando ya Celeste estaba a salvo.  

-¿Alguna vez tuviste problemas con los vecinos de Parque Leloir?
     -Sí, tuve  -dice Gustavo y se detiene.
     Sé que no le gusta hablar de los problemas que tuvo sino de las soluciones que encontró. No obstante, insisto: prefiero hablar de los problemas. Las soluciones no invitan al diálogo sino a la exposición.
     -¿Qué tipo de problemas?  -indago-. ¿La música demasiado fuerte?
     -Cuando grabábamos en la cabaña, viste que la casa es de madera. Bueno, por eso sonaba tan bien: el sonido no rebotaba adentro de paredes de mampostería sino que pasaba de largo, como si las paredes no existieran. Las bajas frecuencias  -explica Gus-  son las que en general dan problemas en los lugares cerrados porque cuando no tienen la capacidad de expandirse todo lo que necesitan, rebotan y generan toda una distorsión. Pero en la cabaña no teníamos ese problema: sonaba bárbaro.
     Nunca me terminó de contar cuál era el problema. La octava maravilla de mundo: hacer un recorte y pintar en él la realidad que se quiere. La distorsión es lo que queda fuera del recorte para que nunca se sepa que el recorte mismo era la distorsión. Le había preguntado por las quejas de los vecinos: me respondió con el sonido extraordinario de la cabaña. Ese sonido libre, sin fronteras, recaló en mi imaginación. Lo vi golpeando la puerta de cada casa de Parque Leloir. Lo vi pasar sin esperar a que le abrieran, sin pedir permiso. La música se ponía a dialogar con los vecinos:
     -Estos rockeros de mierda, voy a llamar a la policía, vieja  -dice el hombre a su esposa.
     La mujer, con el batón puesto, asiente. Golpea el pan rallado sobre la milanesa y asiente. La cena que está preparando es un gesto de asentimiento a perpetuidad. Saca otra milanesa del plato con los huevos batidos. Hunde la carne en el pan. Golpea con sus palmas. Y por la puerta o las ventanas abiertas del verano:
     -Sólo tengo una vida  -dice la voz de Spinetta.
     -Y a mí que carajo me importa  -ladra el hombre por lo bajo.
     -No te vuelvas como la pared justo ahora  -sigue  Spinetta.
     Justo ahora que encontramos un lugar donde el sonido atraviesa las moléculas y alcanza tu piel de lagarto.
     -¡Hola! ¡Hola! ¿Con la comisaría? Sí, mire sargento, acá están estos pibes con la música, son rockeros, seguro que se drogan. No queremos gente así en el barrio.
     -Sin embargo, en las sombras, se escucha una música como si ya no estuviera aquí. No sigas solo en la pared. No tiene caso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario