Uoopapa uoopapa
uoopapa uooo
Acá nadie brilla por su ausencia.
Si hay un logro, ese logro es el encuentro: las miradas, la muda interrogación
de los cuerpos, el lenguaje del silencio justo después de la palabra hablada o
entremedio, a veces surcando una dirección contra la corriente de lo dicho. He
visto suceder tantas cosas en ese horizonte que queda al otro lado. Hay tanta
magia donde vos estás.
No obstante, para dar cuenta de esa magia,
verte era imprescindible. Algo entre vos y yo tenía que producirse, tenía que
afectarnos. De otro modo, como dicen ustedes, los del palo, sólo hubiese sido
cuestión de juntar un poco de data y mandarla a imprimir. Pero de eso está
congestionado el mundo. Mi pretensión era encontrarte. A vos, a Tavo, a Micki,
a los otros.
Aunque las haya solicitado, nunca busqué
hacer una compilación de anécdotas ni un recuento escrupuloso de la historia.
Un mismo lugar puede ser visto de muchas maneras o de la misma. Pero lo que
quise rescatar, en cada caso, es cómo fue para vos. Cómo es ese pedacito de
cielo que te concierne. Y acá, dejame aclararte, “cielo” no connota cánticos
angelicales, arpas y certificados de buena conducta. “Encuentro” no lo asocio
necesariamente a besos, abrazos y entendimiento instantáneo. Yo busqué los
cuerpos como quien busca precaverse de las abstracciones. Tu presencia hubiera
podido salvarme de la reconstrucción del pasado.
- Teníamos una amistad con Poli,
con Skay, así de salir a la noche a ver bandas; a ellos les gustaba mucho ver
grupos nuevos -dice Gustavo Gauvry.
Era la época en que Los Redondos eran artistas del sello Del Cielito
Records. Poli hacía rato que le venía diciendo a Gus que había un grupo que
quería que viera, que escuchara. El mánager de este grupo, el Petiso, era amigo
de Poli.
Finalmente, una noche, Poli, Skay y Gus
van a verlos. Tocan en un boliche de Palermo que se llama Boa Vista. Antes se
encuentran con el Petiso Osvaldo González y hacen tiempo en otro bar porque los
shows nunca empiezan antes de las dos. Cerca de la hora entran en el Boa Vista. Está tocando el grupo de Iván
Noble y Pablo Guerra, Los Caballeros de la Quema. Después suben Los Piojos.
-Había más gente arriba del escenario que
abajo - recuerda Gustavo- pero Andrés
Ciro tenía mucha onda, transmitía una energía increíble. O sea: igual que
ahora. Sólo que en lugar de haber cuarenta mil personas había diez. Pero él
estaba cien por ciento compenetrado en lo que estaba haciendo, me pareció un
artista nato. Sentí lo mismo que cuando conocí a Juanse. Eran tipos que iban a llegar,
sólo era cuestión de tiempo. Indudablemente había que trabajar pero la imagen,
la ambición de llegar a ser una estrella de rock, las condiciones, ya estaban
ahí.
Algún tiempo después el Petiso González
alquila el estudio Del Cielito para grabar, con Gustavo Gauvry como técnico, un
demo de dos temas: Cruel y Llévatelo.
El camino hacia el primer disco estaba
marcado y en el invierno de 1992 registraron Chac tu Chac que sale por Del Cielito Records.
-El disco tiene temas muy buenos -admite Gauvry-. Lo grabó Adrián Rivarola, un
técnico que trabajaba por entonces en el estudio. Productor artístico no hubo:
ellos mismos hicieron la producción. El disco no tiene un gran sonido pero
tiene varias canciones muy buenas que hoy son clásicos del grupo.
Los Piojos no eran de hacer muchos shows.
Tocaban en dos o tres lugares de distintas zonas y recién cuando estos espacios
les resultaban chicos por más que incrementaran el número de presentaciones,
pasaban a otros.
-Siempre tuvieron un perfil muy
independiente, trabajaban de una manera muy organizada -afirma Gustavo.
Sin embargo, la relación con Osvaldo
González empezó a deteriorarse. Gustavo lo adjudica al hecho de que la banda no
se sentía identificada con su mánager, entre otras cosas porque Osvaldo tenía
un perfil muy político y le interesaba que Los Piojos tuvieran un claro mensaje
y compromiso político. De hecho en 1991 los había llevado a París para que
tocaran en el marco del “Festival de Música Antirracista de Países del Tercer
Mundo”. En ese momento el número más esperado fue el de Mano Negra, una banda
que revolucionaba la música europea con sus influencias moriscas y latinas.
Años más tarde Del Cielito Records publicará en Argentina Casa Babylon, el último disco de Mano Negra. Manu Chao, su líder, participará a su vez del legendario
disco Dale Aborigen de Todos Tus
Muertos, otro artista del sello.
Cuando Los Piojos, que no querían hacer
política sino música, se abrieron de González, Pocho Rocca, que hasta entonces
había sido un asistente de la banda, se convierte en el nuevo mánager.
En ese momento Del Cielito Records
producía también a un grupo llamado Los Perros. Era la banda de Gabriel
Carámbula que, en un principio, cuando Fabiana Cantilo era parte, se había llamado
Los Perros Calientes. La banda graba dos discos para Sony Music, luego firma
contrato con Gauvry. Sacan Perfume y
dolor, disco que contiene la versión
en castellano de Bajo la Rambla, un clásico que grabaron los Stones y otros
grupos también. Ese tema se convierte en hit y venden un montón de discos.
Cuando se presentan en Obras, Gustavo pone a Los Piojos como teloneros. La
gente los recibe con entusiasmo.
Año y medio después ya estaban listos para
grabar su segundo disco: Ay, ay, ay. Los Piojos insisten en arreglarse
solos dentro de la sala pero como Gustavo Gauvry no había quedado conforme con
el sonido del primer álbum, les propone trabajar con Alfredo Toth, un músico
legendario, ex integrante de Los Gatos y de GIT. Finalmente aceptan. Toth se
pone a trabajar con ellos en calidad de productor artístico. El segundo disco
de Los Piojos, dice Gauvry, “terminó sonando muy bien”.
-Una vez
-sigue Gus- les conseguí una nota en el Sí de Clarín que tenía una
sección que se llamaba “Grupos Nuevos” y sacaban una página donde ponían dos
grupos. Le daban media página a cada grupo. Era una cosa importante media
página en el Sí de Clarín... No era algo tan fácil de conseguir. Y me acuerdo
que vino el periodista pero ellos no aparecieron. No quisieron hacer la nota.
Yo me enojé muchísimo. Cuando los llamé y les pregunté por qué no habían venido
me dijeron que ellos no eran un grupo nuevo.
Gustavo se ríe.
-No eran fáciles de llevar -admite-. Tampoco tenían una gran ambición
por salir en los medios. Preferían mantener un perfil bajo, independiente.
-Y esta actitud, ¿te parecía demasiado
intransigente o excesiva?
-A
mí me parecía bien. No me gustaba que los grupos aparecieran en
cualquier lado. Si bien por ahí el camino es más lento, actitudes como ésta
generan un respeto y una valoración por parte del público. El producto se
despega también del invento comercial y se convierte en algo más genuino.
Justamente por eso, casi todos los discos que hicimos en esa época se siguen
viendo en las disquerías, se siguen escuchando en la radio. Esas canciones se
han convertido en clásicos.
Gustavo se queda en silencio. Después
agrega:
-Yo creo que el artista tiene que
permanecer a cierta distancia de la pelotudez, de la frivolidad, de la chatura;
tiene que poder preservar su sensibilidad como algo sagrado, si quiere seguir
siendo un artista.
El tercer disco que Los Piojos sacan por
el sello Del Cielito Records es Tercer
Arco.
-Con este disco recontra pegaron. Las
señoras iban con el changuito por el supermercado coreando Juan Pedro Fasola, nuestro gran amigo.
Con unas maneras menos sanguíneas que las
mías sé que Gustavo Gauvry ha lamentado más que yo que no lográramos
entrevistar a Los Piojos en los tiempos de que disponíamos para concretar este
libro. Ustedes no saben hasta qué punto Gustavo es capaz de pelear por la gente
de su cielito. Es un don, una excelencia que él tiene. A los que alguna vez
entraron en su ámbito, él los defiende a capa y espada. Yo vi cómo sus ojos se
llenaban de agua recordándolos. No obstante, sus palabras nunca se volverán
lacrimógenas.
-Este Andrés Ciro... -dice, con indudable fastidio, después de
mandarle a Pocho un montón de mails-. Cuando lo llamaba para que me fumigue la
casa venía enseguida.
-¿Qué? ¿Te fumigaba la casa? -pregunto,
sorprendida.
-¿No sabías? La casa, el estudio, el
departamento de Pereyra Lucena, el taller de Floki, todo. Lo llamabas y a más
tardar al día siguiente venía con las escafandras.
No se lo digo pero me quedo pensando que
la diferencia entre un fumigador y una estrella es que si los llamás a ambos el
fumigador te responderá dentro de un tiempo prudencialmente humano. La
estrella, en cambio, necesita viajar millones de años luz.
Los Piojos firmando su primer contrato discográfico con Gustavo Gauvry, 1992
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