martes, 15 de septiembre de 2015

46. Uoopapa uoopapa uoopapa uooo

Uoopapa uoopapa uoopapa uooo


Acá nadie brilla por su ausencia. Si hay un logro, ese logro es el encuentro: las miradas, la muda interrogación de los cuerpos, el lenguaje del silencio justo después de la palabra hablada o entremedio, a veces surcando una dirección contra la corriente de lo dicho. He visto suceder tantas cosas en ese horizonte que queda al otro lado. Hay tanta magia donde vos estás.
     No obstante, para dar cuenta de esa magia, verte era imprescindible. Algo entre vos y yo tenía que producirse, tenía que afectarnos. De otro modo, como dicen ustedes, los del palo, sólo hubiese sido cuestión de juntar un poco de data y mandarla a imprimir. Pero de eso está congestionado el mundo. Mi pretensión era encontrarte. A vos, a Tavo, a Micki, a los otros. 
     Aunque las haya solicitado, nunca busqué hacer una compilación de anécdotas ni un recuento escrupuloso de la historia. Un mismo lugar puede ser visto de muchas maneras o de la misma. Pero lo que quise rescatar, en cada caso, es cómo fue para vos. Cómo es ese pedacito de cielo que te concierne. Y acá, dejame aclararte, “cielo” no connota cánticos angelicales, arpas y certificados de buena conducta. “Encuentro” no lo asocio necesariamente a besos, abrazos y entendimiento instantáneo. Yo busqué los cuerpos como quien busca precaverse de las abstracciones. Tu presencia hubiera podido salvarme de la reconstrucción del pasado.

- Teníamos una amistad con Poli, con Skay, así de salir a la noche a ver bandas; a ellos les gustaba mucho ver grupos nuevos -dice Gustavo Gauvry.
    Era la época en que Los Redondos eran artistas del sello Del Cielito Records. Poli hacía rato que le venía diciendo a Gus que había un grupo que quería que viera, que escuchara. El mánager de este grupo, el Petiso, era amigo de Poli.
     Finalmente, una noche, Poli, Skay y Gus van a verlos. Tocan en un boliche de Palermo que se llama Boa Vista. Antes se encuentran con el Petiso Osvaldo González y hacen tiempo en otro bar porque los shows nunca empiezan antes de las dos. Cerca de la hora entran en el  Boa Vista. Está tocando el grupo de Iván Noble y Pablo Guerra, Los Caballeros de la Quema. Después  suben Los Piojos.
     -Había más gente arriba del escenario que abajo  - recuerda Gustavo- pero Andrés Ciro tenía mucha onda, transmitía una energía increíble. O sea: igual que ahora. Sólo que en lugar de haber cuarenta mil personas había diez. Pero él estaba cien por ciento compenetrado en lo que estaba haciendo, me pareció un artista nato. Sentí lo mismo que cuando conocí a Juanse. Eran tipos que iban a llegar, sólo era cuestión de tiempo. Indudablemente había que trabajar pero la imagen, la ambición de llegar a ser una estrella de rock, las condiciones, ya estaban ahí.
     Algún tiempo después el Petiso González alquila el estudio Del Cielito para grabar, con Gustavo Gauvry como técnico, un demo de dos temas: Cruel y Llévatelo.
     El camino hacia el primer disco estaba marcado y en el invierno de 1992 registraron Chac tu Chac que sale por Del Cielito Records.
     -El disco tiene temas muy buenos  -admite Gauvry-. Lo grabó Adrián Rivarola, un técnico que trabajaba por entonces en el estudio. Productor artístico no hubo: ellos mismos hicieron la producción. El disco no tiene un gran sonido pero tiene varias canciones muy buenas que hoy son clásicos del grupo.
     Los Piojos no eran de hacer muchos shows. Tocaban en dos o tres lugares de distintas zonas y recién cuando estos espacios les resultaban chicos por más que incrementaran el número de presentaciones, pasaban a otros.
     -Siempre tuvieron un perfil muy independiente, trabajaban de una manera muy organizada  -afirma Gustavo.
     Sin embargo, la relación con Osvaldo González empezó a deteriorarse. Gustavo lo adjudica al hecho de que la banda no se sentía identificada con su mánager, entre otras cosas porque Osvaldo tenía un perfil muy político y le interesaba que Los Piojos tuvieran un claro mensaje y compromiso político. De hecho en 1991 los había llevado a París para que tocaran en el marco del “Festival de Música Antirracista de Países del Tercer Mundo”. En ese momento el número más esperado fue el de Mano Negra, una banda que revolucionaba la música europea con sus influencias moriscas y latinas. Años más tarde Del Cielito Records publicará en Argentina Casa Babylon, el último disco de Mano Negra. Manu Chao, su  líder, participará a su vez del legendario disco Dale Aborigen de  Todos Tus Muertos, otro artista del sello.
     Cuando Los Piojos, que no querían hacer política sino música, se abrieron de González, Pocho Rocca, que hasta entonces había sido un asistente de la banda, se convierte en el nuevo mánager.
     En ese momento Del Cielito Records producía también a un grupo llamado Los Perros. Era la banda de Gabriel Carámbula que, en un principio, cuando Fabiana Cantilo era parte, se había llamado Los Perros Calientes. La banda graba dos discos para Sony Music, luego firma contrato con Gauvry. Sacan Perfume y dolor, disco que  contiene la versión en castellano de Bajo la Rambla, un clásico que grabaron los Stones y otros grupos también. Ese tema se convierte en hit y venden un montón de discos. Cuando se presentan en Obras, Gustavo pone a Los Piojos como teloneros. La gente los recibe con entusiasmo.
     Año y medio después ya estaban listos para grabar su segundo disco: Ay, ay, ay. Los Piojos insisten en arreglarse solos dentro de la sala pero como Gustavo Gauvry no había quedado conforme con el sonido del primer álbum, les propone trabajar con Alfredo Toth, un músico legendario, ex integrante de Los Gatos y de GIT. Finalmente aceptan. Toth se pone a trabajar con ellos en calidad de productor artístico. El segundo disco de Los Piojos, dice Gauvry, “terminó sonando muy bien”.
     -Una vez  -sigue Gus- les conseguí una nota en el Sí de Clarín que tenía una sección que se llamaba “Grupos Nuevos” y sacaban una página donde ponían dos grupos. Le daban media página a cada grupo. Era una cosa importante media página en el Sí de Clarín... No era algo tan fácil de conseguir. Y me acuerdo que vino el periodista pero ellos no aparecieron. No quisieron hacer la nota. Yo me enojé muchísimo. Cuando los llamé y les pregunté por qué no habían venido me dijeron que ellos no eran un grupo nuevo.
     Gustavo se ríe.
     -No eran fáciles de llevar  -admite-. Tampoco tenían una gran ambición por salir en los medios. Preferían mantener un perfil bajo, independiente.
     -Y esta actitud, ¿te parecía demasiado intransigente o excesiva?
     -A  mí me parecía bien. No me gustaba que los grupos aparecieran en cualquier lado. Si bien por ahí el camino es más lento, actitudes como ésta generan un respeto y una valoración por parte del público. El producto se despega también del invento comercial y se convierte en algo más genuino. Justamente por eso, casi todos los discos que hicimos en esa época se siguen viendo en las disquerías, se siguen escuchando en la radio. Esas canciones se han convertido en clásicos.
     Gustavo se queda en silencio. Después agrega:
     -Yo creo que el artista tiene que permanecer a cierta distancia de la pelotudez, de la frivolidad, de la chatura; tiene que poder preservar su sensibilidad como algo sagrado, si quiere seguir siendo un artista.
     El tercer disco que Los Piojos sacan por el sello Del Cielito Records es Tercer Arco.
     -Con este disco recontra pegaron. Las señoras iban con el changuito por el supermercado coreando Juan Pedro Fasola, nuestro gran amigo.


     Con unas maneras menos sanguíneas que las mías sé que Gustavo Gauvry ha lamentado más que yo que no lográramos entrevistar a Los Piojos en los tiempos de que disponíamos para concretar este libro. Ustedes no saben hasta qué punto Gustavo es capaz de pelear por la gente de su cielito. Es un don, una excelencia que él tiene. A los que alguna vez entraron en su ámbito, él los defiende a capa y espada. Yo vi cómo sus ojos se llenaban de agua recordándolos. No obstante, sus palabras nunca se volverán lacrimógenas.
     -Este Andrés Ciro...    -dice, con indudable fastidio, después de mandarle a Pocho un montón de mails-. Cuando lo llamaba para que me fumigue la casa venía enseguida.
     -¿Qué? ¿Te fumigaba la casa? -pregunto, sorprendida.
     -¿No sabías? La casa, el estudio, el departamento de Pereyra Lucena, el taller de Floki, todo. Lo llamabas y a más tardar al día siguiente venía con las escafandras.
     No se lo digo pero me quedo pensando que la diferencia entre un fumigador y una estrella es que si los llamás a ambos el fumigador te responderá dentro de un tiempo prudencialmente humano. La estrella, en cambio, necesita viajar millones de años luz.


Los Piojos firmando su primer contrato discográfico con Gustavo Gauvry, 1992




No hay comentarios:

Publicar un comentario