lunes, 21 de septiembre de 2015

51. El cambio

El cambio


 Alarga un brazo hacia mí y salto del terraplén resbaloso a la planchada. El río está crecido, la estacada cubierta por el agua. Trepo la escalerilla descalza, con las piernas mojadas hasta las rodillas. Después de secarme, me pongo unas zapatillas y circunvalo el barco levantando las defensas. Salimos de la bahía a la avenida de agua que reparte el río entre las distintas marinas. Luego viene una punta festoneada de pescadores y más allá el río abierto, generoso. Remontamos el Luján en dirección norte, hasta el canal Vinculación. Sentada en uno de los mullidos sillones del fly bridge, observo la pantalla del sistema de navegación y después a Gus, ensombrecido bajo la visera de su gorra. No vamos lejos. Desde el Vinculación subimos por la desembocadura del Pajarito. Algo más adelante fondeamos.
    -En un momento decidí vender el estudio porque estaba muy cansado  -Gauvry, con sus anteojitos redondos de sol y el pelo todavía mojado, arremete contra un sándwich-. Lo había sostenido  durante más de veinte años. La inversión constante es un factor ineludible. Ya había renovado completamente el estudio más de una vez. Tenía que volver a hacerlo pero no tenía energía. Ahí fue cuando decidí vender. Desde hacía algunos años también la música estaba en crisis  -me sirve otro vaso de coca cola, completa el suyo- por el tema de Internet y la piratería. Las producciones se fueron haciendo cada vez más chicas y se empezó a grabar mucho en estudios caseros. Entonces, encarar nuevamente una inversión de mucha plata en un momento en el que se vendían cada vez menos discos, constituía una apuesta muy fuerte. De modo que decidí venderlo. Apareció entonces Bersuit. Ellos estaban buscando una quinta para ensayar.  Primero compraron el estudio. La idea era, como te decía, usarlo para ensayar. Porque además, el estudio estaba vacío: yo había vendido el equipamiento a los muchachos de Divididos, a Mollo y a Arnedo. Poco después Universal les dio a los Bersuit un dinero para producir La Argentinidad al Palo. Pensaron: “La verdad es que armar semejante estudio para nosotros solos, es una pena. Sería bueno que pudiéramos relanzar el estudio”. Fue ahí que me acercaron la propuesta de encargarme del estudio: ocuparme de los clientes, de los técnicos, de los horarios, organizar las grabaciones, arreglar las cosas que se rompían, en una palabra, ser el mánager del estudio. Aparte ellos quisieron seguir usando el nombre Del Cielito, que es mío, es decir, yo lo tengo registrado como marca. De manera que hicimos un convenio por el cual yo me asocié con ellos en el proyecto de la comercialización del estudio. Y seguí grabando como técnico, con las bandas que me convocaban. Así que mientras duró el proyecto Bersuit hice lo que había hecho siempre pero con la ventaja de que ellos o, mejor dicho, la productora que habían creado, se ocupaba de la parte financiera: cobranzas, facturación, impuestos, toda esa parte, y yo podía ocuparme de lo que siempre me gustó: la música y la tecnología aplicada a la grabación.
     Más allá de la inversión que implicaba renovar el estudio, hubo otros motivos que precipitaron el fin de una era. En efecto, en los años ’80, cuando Gustavo Gauvry crea el sello para poder producir a los Ratones Paranoicos, el rock argentino era todavía un género under que básicamente no interesaba a las grandes compañías. Con algo de publicidad que un sello independiente hiciera en la Rock & Pop, los grupos iban creciendo. En los ’90, en cambio, el rock se convierte en un negocio de las multinacionales. Éstas ofrecían a los músicos adelantos por regalías monstruosos. Gauvry ya no podía competir con ese tipo de adelantos ni con las gigantescas campañas publicitarias. El rock se había vuelto un juego de jugadores grossos, los independientes fueron perdiendo espacio y posibilidades.
     -Además  -me explica Gus algo más tarde, con los antebrazos apoyados en la planchada y el resto de su cuerpo hundido en el agua- en los ’90 el tema de los medios se volvió muy complicado porque surgieron un montón de radios de rock, de canales de cable como MTV y Much Music, de medios gráficos especializados. Entonces ya no era que tenías que poner plata en la Rock & Pop. Tenías que poner plata en un montón de lados. Y encima, como las compañías grandes estaban poniendo plata ahí, las tarifas subieron. Si en los ’80 un segundo de publicidad valía, no sé, un peso, en los ’90 pasó a valer diez. Se había convertido en un negocio demasiado arriesgado.
     -Una competencia muy desigual  -opino.
     Una lancha deportiva pasa cerca. Las olas que produce sacuden el barco y subimos y bajamos con él.
     -Por eso me cansé y decidí parar  -Gus se alza sobre la planchada, sale del agua y se sienta al lado mío-. Yo me jugaba mi casa, mi estudio, mi salud. Las multinacionales no se jugaban nada porque recibían un cheque del exterior: tenían un respaldo que yo no tenía.
     Lo miro. Está de perfil, con las manos aferradas a la tablazón y el pecho hundido. Al fondo, el sol salpica de manchas móviles la vegetación apretada de las islas. Veo su epopeya solitaria, el sueño cumplido y esfumado, el irreparable paso del tiempo, esa arruga vertical en el lado derecho de su cara que es como un hachazo o como la erosión provocada por una perpetua lágrima invisible. Gus levanta la vista. Su mirada confirma y a la vez disuade. Empieza a hablarme de los grupos que está grabando ahora, de sus nuevos proyectos. Panta rei, pienso, como Heráclito. “Todo fluye. Y no puedes vadear dos veces la misma corriente”.
     Poco a poco el río se vuelve circunspecto, recóndito. Las manchas de sol que se filtraban entre la vegetación han dejado de oscilar y mecerse. Sopla una brisa más fresca. Creo que me ha dicho todo. Y si todavía queda algo por decir, esa palabra reside en el futuro.
     En la mesa plegable de la cubierta, barro unas migas con el canto de la mano y cierro el papel graso sobre las facturas que sobran. Gus mira el río una vez más y opina que ya es tiempo de levar el ancla.








Actualmente Gustavo Gauvry es profesor de Producción Ejecutiva, Producción Musical y Gerenciamiento del Estudio de Grabación en el Instituto Ceartec. Se desempeña también como asesor técnico en el diseño y construcción de estudios de grabación y sistemas de sonido. Tiene además su estudio de mezcla y edición en la localidad de Victoria donde realiza sus producciones en combinación con otras salas de grabación. Continúa su trabajo de productor y técnico de grabación y sus más recientes proyectos incluyen a nuevos talentos como Sueño de Pescado y Soph Moraschi, recientemente editados por Del Cielito Records; también artistas independientes como Ciegos Rock, La Vieja Bis, Henry Donati, Mavirock, Robi Hirsch, Los Pakidermos, y clásicos como Héctor Starc y David Lebon.






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