El cambio
Alarga un brazo hacia mí y salto del terraplén
resbaloso a la planchada. El río está crecido, la estacada cubierta por el
agua. Trepo la escalerilla descalza, con las piernas mojadas hasta las
rodillas. Después de secarme, me pongo unas zapatillas y circunvalo el barco
levantando las defensas. Salimos de la bahía a la avenida de agua que reparte
el río entre las distintas marinas. Luego viene una punta festoneada de
pescadores y más allá el río abierto, generoso. Remontamos el Luján en
dirección norte, hasta el canal Vinculación. Sentada en uno de los mullidos
sillones del fly bridge, observo la
pantalla del sistema de navegación y después a Gus, ensombrecido bajo la visera
de su gorra. No vamos lejos. Desde el Vinculación subimos por la desembocadura
del Pajarito. Algo más adelante fondeamos.
-En un momento decidí vender el estudio
porque estaba muy cansado -Gauvry, con
sus anteojitos redondos de sol y el pelo todavía mojado, arremete contra un
sándwich-. Lo había sostenido durante
más de veinte años. La inversión constante es un factor ineludible. Ya había
renovado completamente el estudio más de una vez. Tenía que volver a hacerlo
pero no tenía energía. Ahí fue cuando decidí vender. Desde hacía algunos años
también la música estaba en crisis -me
sirve otro vaso de coca cola, completa el suyo- por el tema de Internet y la
piratería. Las producciones se fueron haciendo cada vez más chicas y se empezó
a grabar mucho en estudios caseros. Entonces, encarar nuevamente una inversión
de mucha plata en un momento en el que se vendían cada vez menos discos,
constituía una apuesta muy fuerte. De modo que decidí venderlo. Apareció
entonces Bersuit. Ellos estaban buscando una quinta para ensayar. Primero compraron el estudio. La idea era,
como te decía, usarlo para ensayar. Porque además, el estudio estaba vacío: yo
había vendido el equipamiento a los muchachos de Divididos, a Mollo y a Arnedo.
Poco después Universal les dio a los Bersuit un dinero para producir La Argentinidad al Palo. Pensaron: “La verdad es que armar semejante estudio para
nosotros solos, es una pena. Sería bueno que pudiéramos relanzar el estudio”.
Fue ahí que me acercaron la propuesta de encargarme del estudio: ocuparme de
los clientes, de los técnicos, de los horarios, organizar las grabaciones,
arreglar las cosas que se rompían, en una palabra, ser el mánager del estudio.
Aparte ellos quisieron seguir usando el nombre Del Cielito, que es mío, es
decir, yo lo tengo registrado como marca. De manera que hicimos un convenio por
el cual yo me asocié con ellos en el proyecto de la comercialización del
estudio. Y seguí grabando como técnico, con las bandas que me convocaban. Así
que mientras duró el proyecto Bersuit hice lo que había hecho siempre pero con
la ventaja de que ellos o, mejor dicho, la productora que habían creado, se
ocupaba de la parte financiera: cobranzas, facturación, impuestos, toda esa
parte, y yo podía ocuparme de lo que siempre me gustó: la música y la
tecnología aplicada a la grabación.
Más allá de la inversión que implicaba
renovar el estudio, hubo otros motivos que precipitaron el fin de una era. En
efecto, en los años ’80, cuando Gustavo Gauvry crea el sello para poder
producir a los Ratones Paranoicos, el rock argentino era todavía un género under que básicamente no interesaba a
las grandes compañías. Con algo de publicidad que un sello independiente
hiciera en la Rock & Pop, los grupos iban creciendo. En los ’90, en cambio,
el rock se convierte en un negocio de las multinacionales. Éstas ofrecían a los
músicos adelantos por regalías monstruosos. Gauvry ya no podía competir con ese
tipo de adelantos ni con las gigantescas campañas publicitarias. El rock se
había vuelto un juego de jugadores grossos, los independientes fueron perdiendo
espacio y posibilidades.
-Además
-me explica Gus algo más tarde, con los antebrazos apoyados en la
planchada y el resto de su cuerpo hundido en el agua- en los ’90 el tema de los
medios se volvió muy complicado porque surgieron un montón de radios de rock,
de canales de cable como MTV y Much Music, de medios gráficos especializados.
Entonces ya no era que tenías que poner plata en la Rock & Pop. Tenías que
poner plata en un montón de lados. Y encima, como las compañías grandes estaban
poniendo plata ahí, las tarifas subieron. Si en los ’80 un segundo de
publicidad valía, no sé, un peso, en los ’90 pasó a valer diez. Se había
convertido en un negocio demasiado arriesgado.
-Una competencia muy desigual -opino.
Una lancha deportiva pasa cerca. Las olas
que produce sacuden el barco y subimos y bajamos con él.
-Por eso me cansé y decidí parar -Gus se alza sobre la planchada, sale del
agua y se sienta al lado mío-. Yo me jugaba mi casa, mi estudio, mi salud. Las
multinacionales no se jugaban nada porque recibían un cheque del exterior:
tenían un respaldo que yo no tenía.
Lo miro. Está de perfil, con las manos
aferradas a la tablazón y el pecho hundido. Al fondo, el sol salpica de manchas
móviles la vegetación apretada de las islas. Veo su epopeya solitaria, el sueño
cumplido y esfumado, el irreparable paso del tiempo, esa arruga vertical en el
lado derecho de su cara que es como un hachazo o como la erosión provocada por
una perpetua lágrima invisible. Gus levanta la vista. Su mirada confirma y a la
vez disuade. Empieza a hablarme de los grupos que está grabando ahora, de sus
nuevos proyectos. Panta rei, pienso,
como Heráclito. “Todo fluye. Y no puedes vadear dos veces la misma corriente”.
Poco a poco el río se vuelve circunspecto,
recóndito. Las manchas de sol que se filtraban entre la vegetación han dejado
de oscilar y mecerse. Sopla una brisa más fresca. Creo que me ha dicho todo. Y
si todavía queda algo por decir, esa palabra reside en el futuro.
En la mesa plegable de la cubierta, barro
unas migas con el canto de la mano y cierro el papel graso sobre las facturas
que sobran. Gus mira el río una vez más y opina que ya es tiempo de levar el
ancla.
Actualmente Gustavo
Gauvry es profesor de Producción Ejecutiva, Producción Musical y Gerenciamiento
del Estudio de Grabación en el Instituto Ceartec. Se desempeña también como
asesor técnico en el diseño y construcción de estudios de grabación y sistemas
de sonido. Tiene además su estudio de mezcla y edición en la localidad de
Victoria donde realiza sus producciones en combinación con otras salas de
grabación. Continúa su trabajo de productor y técnico de grabación y sus más
recientes proyectos incluyen a nuevos talentos como Sueño de Pescado y Soph
Moraschi, recientemente editados por Del Cielito Records; también artistas
independientes como Ciegos Rock, La Vieja Bis, Henry Donati, Mavirock, Robi
Hirsch, Los Pakidermos, y clásicos como Héctor Starc y David Lebon.
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